Duele París
Inconmensurable es el
dolor y la indignación por los ataques terroristas ocurridos en París, ciudad
de la que desde el primer momento que tuve la bendición de conocer me enamoró, como a muchos ha enamorado durante toda la historia.
Sus luces, particularmente las académicas, culturales, arquitectónicas; sus artes,
sus parques, la vida de sus calles, sus noches, la interrelación de sus
habitantes, de quienes si bien se les endilga parecer presuntuosos, tuve la
suerte de ser atendido con una calidez y especial cariño que me han hecho
sentir en casa las veces que allá he podido estar.
No puedo dejar de pensar
en todos los especiales momentos que he compartido ese esa ciudad viva, vibrante,
los especiales paseos y encuentros con personas
que me han marcado y serán muy especiales, quienes estarán siempre en mi
corazón. Caminar sus calles a cualquiera fuera la hora, caminar por días enteros
dentro y descubrir lugares especiales que no aparecen referidos en ninguna guía
y uno los hace propios; sentarse en un banco frente al río o en cualquier parque,
ver a la gente tranquilamente pasear, caminar sus perros; leer un libro en
cualquier plaza, comprar una baguette, queso y un dulce, o bien unas sardinas y
crema de absenta en un mercado callejero y disfrutarlo sentado en el césped de cualquiera
de sus parques o en un balcón de una buhardilla de un edificio en departamento
12 a unas cuadras de La Bastilla, lugar testigo de grandes cambios de la
humanidad. Muchas son las experiencias vividas en ese especial lugar que la
historia y la providencia han escogido para ser una de las ciudades más
importantes de la humanidad desde su propia fundación, lástima que esta vez sea
por un hecho tan doloroso, mi luto es enorme.
No existe, no hay
justificación alguna, no puede haberla, para quienes actúan de esa manera, no
puede haber sustento o fundamento válido por el que personas, grupos, ideologías o regímenes
apoyen actos terroristas que atenten no solo contra una ciudad, porque no es
solo París y las personas fallecidas y heridas, las víctimas somos todos, es la
propia humanidad la que resulta atacada y gravemente ultrajada por estos actos
de sin razón, por estos pensamientos y sentimientos anti humanistas.
Graves, muy graves son
estos atentados y los daños ocurridos, personales, materiales y más aún, los morales,
que son consecuencia de la sin razón que observamos de la desviación de los verdaderos
fines de religiones, de ideologías y de regímenes que a toda costa quieren
mantenerse en posiciones de poder, y
para ello ocurren a prácticas radicales y extremistas.
En muchos aspectos, lo
lamentablemente ocurrido en Francia, evidentemente es muy diferente a lo que
ocurre en nuestra Venezuela, la Venezuela de la que también me enamoré y sigo
enamorado como muchísimos otros lo esteremos siempre, de la que se podía caminar a cualquier hora y encontrarse con
amigos, sentarse a tomar un café, leer un libro en una plaza, niños jugando en
un parque, el desarrollo de las artes y muchas otras actividades que otrora vez
eran normales. Pero hoy Venezuela sufre los efectos de otra clase de sin razón
que general similares efectos, de ese empeño de sostener ideologías y
pensamientos que son insostenibles, y resultan en su consecuencia material y sentimental
en el mismo luto por las pérdidas de cientos de vidas.
No es que los
fallecidos y deudos de algún lugar o ciudad sean más visibles o sensibles que
otros, o que ello se convierta en una triste comparación de cifras en cuanto a
víctimas en uno u otro lugar, o que pudiera afirmarse que estadísticamente una persona
tiene más probabilidades de fallecer en Caracas víctima del hampa común que en
París por un ataque terrorista, el tema de fondo es que no se puede permitir
que la sin razón, la maldad, la desviación del telos de la religión, la
perversión por lograr poder y mantenerlo a toda costa y como se ocupen espacios
que le corresponden a la humanidad, a la bondad, al progreso, a la convivencia,
al amor.
La lucha que nos
corresponde acometer no es en modo alguno fácil, en París, en Francia, en Venezuela,
en el mundo, es una lucha de preparación, de la luz contra la oscuridad, del civismo
frente a la barbarie, de la libertad contra el totalitarismo, ¿Cómo se lucha?, ¿Cómo
nos preparamos?, la lucha ha tenido, tiene y tendrá muchos frentes, pero el más
importante, el general, el del ciudadano común, el de a pié, el que sale con
sus amigos, su familia, sus hijos en su
ciudad a compartir, a un evento deportivo, a un concierto, a un parque, a un
museo, esa es la lucha, ese es el frente primordial que debemos abordar y en el
que todos podemos y debemos ser activos ya que recupera los espacios, las
instituciones, la convivencia, ello se hace estudiando, trabajando,
participando, anteponiendo el conocimiento a la ignorancia, la convivencia al
sectarismo, la esperanza frente al temor, el amor frente al odio.
Estoy triste, estamos
tristes, estamos dolidos, estamos de luto, pero tengo una noticia, una buena
noticia pese al tiempo oscuro que vivimos, en París, en Francia, en Venezuela,
en el mundo y es que tal como reza el propio lema de la ciudad francesa: “Fluctuat Nec Mergitur”, “es abatida por
las olas, pero jamás se hundirá”, jamás nos hundiremos ante las adversidades
que hoy nos toca y asumimos enfrentar.
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