El lenguaje del diálogo


Los diálogos son muy importantes, necesarios, ejemplarizantes, enriquecedores, más si son de altura y desarrollan temas de interés entre los interlocutores y la ciudadanía en general. Interlocutores que por supuesto deben ser calificados, conocedores de la situación en que se encuentran y estar en verdadera disposición para lograr los fines que se proponen desarrollar.

Al hablar de diálogos, nos resulta imposible pasar por alto las evocaciones a los diálogos socráticos, los ciceronianos, los de Erasmo, o cualesquiera otros hasta nuestro tiempo, pero no será sobre estos a los que nos referiremos en nuestras reflexiones, sino a algo muy al diálogo mismo, pero sin lo cual, más que estéril pudieran resultar inconvenientes y hasta perjudiciales.

Con anterioridad a cualquier diálogo, deben los interlocutores entender que para hacerlo de manera directa, se han de comunicar en un idioma común, en una misma lengua que conozcan y manejen, si ello no es así, seguramente resultarán inviables y estériles los intentos y por consiguiente no se logrará ningún cometido satisfactorio, pudiendo por el contrario, exacerbarse cualquier diferencia existente y frustrar los ánimos, tanto de los interlocutores como de sus representados.

Cuando los interlocutores en un diálogo no conocen y manejan el mismo lenguaje, lo propio es que ambos procuren llevarlo a cabo a través de un intérprete, alguien que conozca suficientemente los idiomas  y lenguas de los participantes, o pretendientes dialogantes, sus necesidades, posiciones y finalidad común hacia la que está dirigido ese diálogo. Y muy importante , su actitud y comportamiento en “diálogos” anteriores y si han respetado o no los acuerdos alcanzados, o por el contrario esas llamadas a diálogos pasados fueron utilizados como simples estratagemas.  

La determinación y escogencia del lenguaje o idioma es muy sencillo, ello irá desde lo natural de su desenvolvimiento que se da entre quienes hablan el mismo idioma, buscar uno común de uso general o universal, pero ello puede resultar complicado cuando se está frente ideas y conceptos más abstractos y más existenciales.

Cabe preguntarnos: ¿Cómo puede alguien dialogar sobre justicia sino conoce y entiende lo que es el respeto a la Ley? a la verdadera ley, no simple órdenes y mandatos. ¿Quién puede hablar de Estado de derecho si considera una constitución como un instrumento para el ejercicio del poder cuando es todos lo contrario, las constituciones son límites y restricciones a ese ejercicio?. ¿Quién podrá garantizar los derechos humanos si abiertamente desconoce y limita su ejercicio y petición ante organismos internacionales?. ¿Quién podrá entender del valor moral de la propiedad si ha hecho de su modo de subsistencia el pillaje y el engaño?. ¿Qué concepto de prosperidad, riqueza y progreso puede alcanzarse si entre los interlocutores se encuentran quienes profesan situaciones materiales contrarias a esos mismos conceptos y lo que hacen es generar pobreza, atraso y pauperización general de la calidad de vida?

Hay diálogos que se desarrollan con palabras, otros con nobles gestos y buenas acciones, pero en todos ellos debe existir sinceridad, sensatez y coherencia entre lo que se profesa y las actuación material, evitando la manipulación y desviación del lenguaje utilizado, de su corrupción por su uso retórico y falaz.

Si, es menester el diálogo, pero un diálogo en el que el constitucionalismo y los derechos humanos sean su lenguaje, idioma y código común, entendidos de manera progresiva y extensiva, desechándose totalmente su perversión con fines de evadir el cumplimiento de principios y valores constitucionales, que a la postre también resultan manipulados y violados, se hace necesario ese lenguaje para dar una lectura democrática y no totalitaria del derecho.

Es necesario un diálogo pero hablando la lengua de la Constitución, hablando el idioma de la Democracia.

RHC


P.D. habiendo reflexionado sobre diálogo y lenguaje, merece  destacar lo dicho por George Orwell: “…si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento” se aprovecha la ocasión para destacar el enlace a una interesante  versión animada de su importante obra del año 1945 “La Rebelión en la Granja” y que podremos ver de estas direcciones:



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